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Mostrando entradas de 2017

A finales del 2017...

De nuestros días más felices, aquellos en que cada cosa era insospechada antes y evidente después de que ocurriera, quedarán las miradas tristes, el miedo, evitado, a la máscara de luz que se pondrá el tiempo, la risa tonta del gin, el decisivo silencio al despertarnos espalda contra espalda, la forma de las nubes que ya todo lo anunciaban (pensaremos), la ropa nueva que dejamos en el fondo del armario, los bigotes de merengue, el siniestro empuje de una fe. De nuestros días más tristes, los predecibles, quedarán las reconciliaciones, el café después del beso, los meandros que da la ira para decir te quiero, un mobiliario elegido a medias, el ruido al masticar sin mirarnos (después echar a reír), la certeza de que no se puede odiar aunque se pretenda, que felices son los ciegos porque sólo ven en sueños, que en una isla más se pierden los amantes cuanto más pequeña sea. Esto no lo he escrito yo pero no está mal :D Siempre me han gustado las islas fuera del mes de julio y ag

Retórica narrativa

Cuando las personas comparamos no estamos siendo honestos con la realidad y aparte de no ser honestos con la realidad, exponemos la inteligencia a una creatividad ya domesticada: la de los prejuicios. Es pura retórica cuando en realidad, los hechos y las personas son muy distintas a otros hechos y a otras personas. Leo últimamente en muchos sitios comparaciones que deprimen mi capacidad de comprensión creativa porque lo único que se consigue comparando es deleznar la verdad y sacrificar la autenticidad de los hechos.  Las historias no pueden compararse con otras; el independentismo con el nazismo, los peperos con los fachas, el sufrimiento de las familias catalanas al que se refiere Soraya Sáenz de Santamaría con el verdadero sufrimiento de las familias catalanas del cual, tampoco habla ni un sólo político catalán. Cuando abandonemos el comparar y nos centremos únicamente en ver y narrar , la humanidad avanzará emocionalmente por lo menos un siglo.

Distintas formas de mirar el agua

Julio Llamazares es de los escritores que piensa que una historia no se elige, que es la historia la que te elige a ti, y creo que esto se puede extrapolar a muchos lectores pues siempre he pensado que son los libros los que nos eligen a nosotros, excepto cuando alguien te los regala o te presta el último libro que ha leído pensando que a ti te va a llenar tanto como a él o a ella. Una de las personas que más acertaron poniéndome un libro entre las manos fue mi abuela, yo en cambio, soy bastante incapaz de acertar regalando un libro y seguramente es por la convicción de la que hablaba al principio. A veces nos reuníamos en la terraza del Majestic, muy cerca de la Casa del Libro, nos tomábamos algo rápido porque aunque fuese mi abuela en ocasiones tenía más prisa que yo y así, en un soplo de justicia abuela-nieta hablábamos de nuestras vidas. Nunca me resistí a su elegancia, y cuando digo elegancia, no me refiero a esa elegancia que va con las formas y que se puede aprender, no

Agua sexual (Pablo Neruda)

  Rodando a goterones solos, a gotas como dientes, a espesos goterones de mermelada y sangre, rodando a goterones, cae el agua, como una espada en gotas, como un desgarrador río de vidrio, cae mordiendo, golpeando el eje de la simetría, pegando en las costuras del alma, rompiendo cosas abandonadas, empapando lo oscuro. Solamente es un soplo, más húmedo que el llanto, un líquido, un sudor, un aceite sin nombre, un movimiento agudo, haciéndose, espesándose, cae el agua, a goterones lentos, hacia su mar, hacia su seco océano, hacia su ola sin agua. Veo el verano extenso, y un estertor saliendo de un granero, bodegas, cigarras, poblaciones, estímulos, habitaciones, niñas durmiendo con las manos en el corazón, soñando con bandidos, con incendios, veo barcos, veo árboles de médula erizados como gatos rabiosos, veo sangre, puñales y medias de mujer, y pelos de hombre, veo camas, veo corredores donde grita una virgen, veo

Amistad

Estos días me estoy releyendo el blog y me doy cuenta que ha pasado mucho tiempo. Algunas cosas han cambiado, como mi lugar de trabajo o mi casa y, en esta metamorfosis, mis ideas y mis valores también han ido adquiriendo otra perspectiva. Tengo la suerte de tener amigos, la querencia de tenerlos, de conservarlos, y esto no es una cuestión de suerte, es una cuestión de afinidad, de cariño, de amor y en en no pocas ocasiones de admiración y creo que de intriga. El amigo verdadero siempre te colma de una cierta intriga, cada vez que se va y a medida que pasan los días esa intriga no se desvanece, al contrario, permanece hasta que lo vuelves a ver. Al amigo por tanto, se le piensa en su ausencia, es más bello para mi este sentimiento que pensar o decir te echo de menos.. El verdadero amigo está en ti, de tal forma, que no puedes echarlo de menos, si lo echas de menos es que no está plenamente ti. Quién nos enseñó a echar de menos?

Las fracturas

En la creciente división de las clases medias y populares: están los integrados que han podido mantener su puesto de trabajo y han salido airosos de la crisis, y también están los aparcados en el universo de la precariedad permanente. A la fractura económica y social se ha unido la política territorial. Cada vez son más grandes las barreras ante una clase política encerrada en el espacio institucional y una ciudadanía que no se siente representada. El régimen se hace opaco, los partidos convencionales, en vez de favorecer la participación política la rechazan para no perder su oligopolio del poder. Cuando la ciudadanía toma la palabra al margen de sistema de partidos, se lanzan sobre ella las etiquetas antipolítica y antisistema y se busca la menor oportunidad para criminalizar los movimientos sociales, como si la política fuera solo derecho de los que se pliegan al limitado juego de reparto entre la casta oficial. Los ciudadanos no se sienten ni escuchados ni interpretados por l