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A finales del 2017...






De nuestros días más felices, aquellos en que cada cosa era insospechada antes y evidente después de que ocurriera, quedarán las miradas tristes, el miedo, evitado, a la máscara de luz que se pondrá el tiempo, la risa tonta del gin, el decisivo silencio al despertarnos espalda contra espalda, la forma de las nubes que ya todo lo anunciaban (pensaremos), la ropa nueva que dejamos en el fondo del armario, los bigotes de merengue, el siniestro empuje de una fe.
De nuestros días más tristes, los predecibles, quedarán las reconciliaciones, el café después del beso, los meandros que da la ira para decir te quiero, un mobiliario elegido a medias, el ruido al masticar sin mirarnos (después echar a reír), la certeza de que no se puede odiar aunque se pretenda, que felices son los ciegos porque sólo ven en sueños, que en una isla más se pierden los amantes cuanto más pequeña sea.

Esto no lo he escrito yo pero no está mal :D

Siempre me han gustado las islas fuera del mes de julio y agosto, poner los pies antes o después de estos dos meses pueden modificar por completo el concepto de sentirse aislado, pero no me gustaría mezclar soledad que para mí es placer con aislamiento que me suena más a purgatorio, me gusta explorarlas en coche de punta a punta o en bici o si me lo encuadriño muy bien en velero, cuando acabo con la tierra (cosa que nunca pensé que haría) entonces las recorro por mar, y a veces ha sido al revés o intercalando, eso depende exactamente de mi fragilidad al llegar.

Agustín Fernandez Mallo fue a Mahón y escribió un libro aunque es tan corto que podría decirse que es un intercambio de imágenes, de fragmentos poéticos casi,  lo que has leído en cursiva es una muestra de lo que escribió después de sufrir, o mejor dicho, no era una muestra, era el dolor fragmentado que escribía mientras aún sufría.
Este no es el libro que más me ha hecho pensar, es quizás el que más me ha hecho sufrir sin llegar a pasarlo mal del todo, porque en realidad mientras lo leía yo simplemente iba despertando, se podría decir que al terminarlo me dí cuenta que amanecía con parte de su dolor, parte de su ira, parte de sus celos y también hallé algo de compasión y lo más poderoso, lo que amanece y anochece contigo, su sensibilidad estática, tan sutil como su sentido del humor. He visto en tu tangible dolor que el corazón en realidad jamás se rompe.

Querido Agustín, incluso más que la muerte, es el desamor lo que más nos hace sufrir, palabra que por infinita parece invadeable pero después del gran desamor te das cuenta que solo es una cuestión de perspectiva,  de tu perspectiva más que de corazón, porque si con el corazón roto escribes esto, qué escribirás cuando esté recompuesto?.

Me hubiera gustado encontrarme contigo en aquel muelle de Mahón, (después de terminar el libro, antes no) y cogerte solemnemente de la mano, llevarte al acantilado más grande por profundo de la isla  y lanzarte desde la altura más estupefacta (y ya sin soltarme de tu mano) me hubiera gustado romper el mar con nuestros cuerpos. Verías exactamente lo que se tarda en salir a flote y lo pronto que el otoño llama al invierno para decirle a la primavera que alquiles algo que viene verano y aunque ese cuerpo de talle aristocrático asomará de nuevo en algún lugar recóndito de tu memoria, al cabo de un año, lo hará con el siniestro empuje de un recuerdo, casi casi, tallado a tu medida.

Somos lo que queremos ser.

Feliz Año Nuevo.



Comentarios

Francesc Puigcarbó ha dicho que…
Ja em perdonaràs, no sabia que tenies un bloc, juraria que ho havia mirat al començament de passar pel meu a deixar comentaris i no m'en sortia cap. Ja me l'apunto.

salut
Gemma ha dicho que…
Al contrari Francesc, potser t,ho havia d,haver dit abans lo del blog però de vegades, m,encanto pels vostres blogs i quant me,n adono m,ha passat el temps, pero la qüestió és que ja t,ho he dit perquè sí que pensava que potser no ho sabies i em sabia greu.