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Mostrando entradas de noviembre, 2011

Cuando nos perdimos

Era un día muy frío del mes de noviembre. El invierno asaltó al otoño de repente y se lo quitó todo con una nevada y una fuerte ventisca; en pocas horas, los ocres, los calderos, los burdeos, la intensa gama de amarillos, los verdes de agonizante clorofila y todos los tostados volaron violentamente por encima del paisaje mientras la nieve cuajaba las ramas de los árboles desnudos y  blanqueaba la espesa hierba enraizada al duro suelo. Ningún animal de sangre caliente se cruzó en el acosado paisaje,  todos parecían haber abarruntado el inminente asalto de las crudas manos del invierno y sus inhumanas exalaciones. Por la mañana, tras su imperante e inquisidora conquista, el cielo invernal sonreía relajado con sus dorados rayos transparentes exaltando el azul ceniciento. Silencioso, apacible e  impecable el aire se filtraba gélidamente en nuestros cuerpos acelerando nuestras piernas con brío juvenil  hasta la pronunciada pared de piedra caliza. Nos pusimos los arneses y los pies de gato

La Armonía de las Esferas

En un remoto día,  Pitágoras, cogió la cuerda de una Lira y descubrió que pulsada al aire producía un sonido (nota) y que si dividía a la mitad la longitud de la cuerda, la nota era exactamente la misma, pero una octava más alta, más aguda. Seguidamente comprobó que si dividía en tres, en cuatro, o en cinco partes la cuerda, la armonía se mantenía. Al mismo tiempo observó que si las fracciones no eran simples el sonido que se escuchaba entonces era disonante y se rompía la armonía. Este método es el que se sigue usando hoy día para afinar los instrumentos de cuerda. Las matemáticas para la escuela Pitagórica eran fundamentales para explicar la estrecha relación entre los números y el arte (música) . Los pitagóricos estaban convencidos de que en los números estaban todas las cosas, desde las más pequeñas de la tierra, hasta las más lejanas del Universo. Fueron ellos los primeros en decir que los planetas son esferas y que la tierra gira alrededor del fuego que produce la noche y

El sentimiento del tacto

Cuando estudié en la Escuela de Arte lo que más me gustaba era modelar. Me encantaba deslizar mis manos por el barro y darle forma; formas que a veces obedecían a un modelo elegido por el profesor o, en otras ocasiones, a modelos propios de nuestra imaginación: "trabajo libre", así es como lo llamábamos cuando los modelos eran propios de nuestra imaginación. Casi nunca el trabajo libre terminaba como lo había imaginado, raramente se parecía al boceto inicial que dibujaba en un papel como patrón de referencia y precisamente por eso, era libre, porque para mí él también tenía su razón de ser, aunque parezca de "pillados"  necesitaba escuchar y sentir con mis dedos por dónde se aposentaba mejor el barro, por qué altura y anchura y consistencia se sentía más cómodo, de esta forma se iban aglutinando mis ideas "con" las del barro para terminar formando ese trabajo libre, en una sola pieza. A parte de modelar la arcilla otra de mis clases favoritas era la de d

Il Vento

Se va, todo se va. No lo podemos frenar. Todo lo que se va, tiene que irse. Las imágenes han dado la vuelta al mundo. Hace unos días Marco Simoncelli perdió la vida en la carrera de Sepang en Malasia. Mis retinas se quedaron congeladas en la curva número once del circuito, presenciando una absurda caída que le costaría la vida....en ese fatídico instante, un escalofrío recorrió mis piernas de arriba a abajo y una sensación pétrea se instaló en mi cuerpo durante varios minutos, me quedé literalmente "pillada" en esa curva, de hecho creo que todavía no he salido de ella. Día sí y día también esas imágenes regresan a mi mente en cualquier instante del día y es que,  pasarán días, antes no me quite de la cabeza a Simoncelli y a su familia. Su juventud y sus ganas de vivir fueron motivos totalmente estériles en ese último segundo en que todo terminó para  Supersic. Hace tiempo que he aceptado la apariencia de la muerte,  lo que no logro superar es ese último s