El pintor surrealista Chagall apuntó que "el arte es sobre todo un estado del alma". Hoy por hoy ni la mística ni la filosofía ni los psicoanalistas podrían hacer entendible el inescrutable léxico de todo aquello que se vende como arte, menos aún, un público, que sin ser excesivamente erudito tenga el concepto de arte extasiado de belleza desde aquella vez que sus retinas se empaparon de finura preciosista al contemplar una escultura de Miguel Ángel, Bernini o Donatello, o de ese otro público que sin palabras contempló atónito un cuadro de Velázquez, Dalí o Sorolla. Lo más normal del mundo es que te sientas estafado cuando tus insumisas pupilas choquen con ese arte en forma de latas de refresco o de macarrones a la puttanesca, inconvenientemente presentados, junto a un cuerpo de resinas en hiperrealista estado de descomposición, para culminar el conjunto con un par de huevos estrellaos que por su localización, sin duda representan, los testículos del cuerpo inanimado; lo m...